Dachau está a muy pocos kilómetros de München y allí se encuentra uno de los campos de concentración, posiblemente, más conocidos de la dictadura nazi. Aprovechando que nos encontrábamos en la zona, ya volviendo hacia Berlín, decidimos hacer una parada.
El campo de concentración de Dachau impresiona más por las historias que esconde que por lo que se ve. Unos pocos minutos allí para poder ver lo mejor y lo peor del ser humano.
Miles de judíos asesinados. Pero también miles de polacos de la alta sociedad, españoles que lucharon en la guerra civil en el lado republicano, holandeses y belgas que lucharon contra la ocupación nazi en sus países, prisioneros políticos, … miles de tristes historias.
Sus barracas, su crematorio, su cámara de gas,… Todo de verdad, no de ninguna película. Miles de personas torturadas y llevadas al límite del sufrimiento humano.
La entrada es gratuita y está abierto a todo el público. Se puede contratar un guía o una audioguía, pero no es necesario. Lo único que se pide para realizar la visita es respeto.
No sé cuánta gente habríamos en ese momento, éramos bastantes, pero el silencio dominaba todos los rincones del campo. Un silencio de los que impresiona, de los que imponen respeto. Todos éramos conscientes dónde estábamos, qué significaba el lugar y cuanta tristeza albergaba, y lo respetamos. Casi 38 grados de temperatura, ni una sola nube, ni un simple árbol donde cobijarse del calor, pero allí estábamos todos andando en silencio por todos los rincones donde una vez, no muy lejana, sólo hubo tortura, sufrimiento, asesinatos.
Es fácil estremecerse, es fácil sentirse mal, también que pueda salir alguna lágrima, pero es una visita casi obligatoria para cualquier persona que esté en la región.
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