Conocía de la existencia del Museo de la Stasi y de otros muchos museos y memoriales en Berlín, para conocer mejor del oscuro pasado de esta ciudad y país. Pero fue mi profesor de alemán quien, recientemente, me descubrió este memorial.
– «¿Ya has visitado todos los museos de Berlín?», me preguntó durante una clase. Aunque él es originario del sur y ahora mismo vive en Granada, pasó un año viviendo en Potsdam.
– «Sí, o al menos creo que los más importantes. Hemos estado en el Pergamonmuseum, en el museo de la DDR, en el memorial del muro de Berlín, … y aún me queda pendiente el museo de la Stasi», fue mi respuesta
– «¿Y Berlin-Hohenschönhausen? La prisión de la Stasi, ¿no piensas visitarla?
Ni idea, no tenía ni la más remota idea de lo que me estaba hablando. Desconocía de su existencia.
Busqué información y vi que, a parte del museo de la Stasi, existía otra cosa que era la antigua prisión de la Stasi, que se encontraba (obviamente) al este de Berlín en el barrio de Lichtenberg.
Previamente utilizada por el partido nazi durante la época de su hegemonía en Alemania, fue usada por la Stasi, una vez el partido soviético se hizo cargo del Este de Berlín y Alemania, como una cárcel política. Los presos que venían a esta cárcel no eran ni ladrones, ni asesinos, … nada de presos comunes. Eran presos todos aquellos sospechosos de estar en contra del partido y sus políticas. Lo dicho, presos políticos.
Llegó a ocupar mucho más espacio del que ocupa ahora el memorial y muchos de los edificios usados en aquella época son en la actualidad utilizados como pisos, albergues,… El partido soviético se encargó de ocultar dicha zona y que nadie supiese de su existencia. En los mapas no existía, no se hablaba de ese lugar,… nadie sabía que existía.
No hacía falta haber hecho nada, simplemente ser un sospechoso para que te arrestasen. Ibas por la calle tranquilo, salías de casa, salías del trabajo… y de pronto una camioneta camuflada de repartidora de pan, de Deutsche Post, de… te metía dentro. A partir de ahí, dentro de una furgoneta sin ningún tipo de visibilidad al exterior, te tenían dando vueltas durante 2 ó 3 horas alrededor de Berlín, antes de llevarte a Hohenschönhausen. ¿El objetivo de esto? Desorientar al arrestado y que no supiese dónde estaba. Después de 2 ó 3 horas en una furgoneta a oscuras, lo más probable es que pensase que estaba muy lejos de Berlín, en algún lugar aislado del que no podría escapar. Una vez allí le esperaban, probablemente, los peores años de su vida.
Inicialmente sólo había una cárcel que luego fue extendida a varias.
En la cárcel original los presos políticos eran encerrados en pequeñas celdas, sin ningún tipo de ventana hacia el exterior, con una pequeña rejilla de ventilación y con una bombilla encendida las 24 horas. Podían estar solos o acompañados por varios presos y sólo disponían de una cama de madera sin colchón, ni almohada. No tenían contacto con el exterior, por lo que podían pasarse días o meses, no sólo sin ver a nadie, sino sin ni siquiera ver la luz del día.
Durante su estancia los sometían a todo tipo de maltrato físico y psicológico, con el objetivo de que declarasen lo que esperaban que declarase o delatase a alguien más. Los maltratos podían ir desde moverlos a celdas extremadamente pequeñas donde sólo podrían estar de pie durante días, otras donde sólo podían estar tumbados, celdas en total oscuridad, a otro tipo de maltratos más inhumanos.
Con la apertura de las celdas nuevas vinieron nuevas normas y el maltrato físico fue prohibido. Lo cual no prohibió el maltrato psicológico, que puede ser aún peor. En estas nuevas celdas los presos estaban completamente solos y no compartían celda con nadie. Nunca. Días, semanas, años sin interaccionar con nadie, más allá de los guardas que te vigilan. Algunos los movían a celdas compartidas. Obviamente, con un objetivo. El compañero estaba «comprado» por la Stasi. ¿La finalidad? Que el preso, en el alivio de poder hablar con otra persona, hablase más de la cuenta sin control y así su compañero, al que probablemente la Stasi le había prometido algo, lo terminaba chivando.
La visita fueron dos horas, dos horas en las que las caras de mis compañeros de tour reflejaban el estupor de lo que estaban escuchando.
Es sorprendente que el ser humano pueda llegar a realizar este tipo de atrocidades. Pero más sorprendente es que esto estuvo pasando hace escasamente 30 años. Aquí en Alemania, porque seguro que hay otros países donde está pasando en la actualidad.
Para acabar, me gustaría terminar con un comentario con el que también terminó nuestro guía. Nunca deberían olvidarse este tipo de actos. Siempre deberíamos tenerlos presente para ser conscientes de lo que tenemos y que, cualquier día, si no actuamos con cierta cautela e inteligencia, puede volver a pasar.
¿Has visitado este lugar? ¿Qué te pareció?