«En el 2011 tomáis la arriesgada decisión de dejarlo todo. Os vais a la aventura a Haarlem. Encuentras trabajo en una empresa grande, como T-Mobile. Las cosas no os van mal y estáis contentos. Entonces, ¿por qué decides dejar tu trabajo y marcharos?«
Me preguntó una persona hace poco.
Errores. Principalmente.
Haarlem 2011
Cuando decidimos en aquel 2010 irnos a Países Bajos, teníamos dos ideas muy claras: sería por un año y estábamos locos. No estaba en nuestros planes quedarnos. Íbamos, vivíamos la experiencia internacional durante un año y retomábamos nuestras vidas de vuelta a Barcelona. La vuelta en un año era innegociable. Así que todas nuestras decisiones se basaron en eso. Un año y volver.
¿Dani, Y lo de estar locos? Pues porque fuimos sin nada. Dejamos nuestros trabajos en Barcelona e íbamos a un país que no conocíamos, sin trabajo y un inglés muy precario. Una locura visto con la perspectiva de los años y la edad. Aunque en aquel momento no nos parecería tan locura porque lo repetimos después dos veces más.
Si solo íbamos a estar un año solo teníamos que hacer 3 cosas: llevarnos todo lo que nos cupiese en el coche, cerrar la puerta de nuestro piso en Barcelona y marcharnos. En un año volvíamos. ¿Para qué alquilarlo?
Meeeecccc. Craso error!
Nadie puede ver el futuro. Al menos yo no, por mucho que lo intente. Sé cuáles son mis intenciones hoy, sé cuáles son mis planes hoy, pero no tengo ni idea que pensaré en un año. No puedo tomar decisiones hoy en función de lo que creo yo que pensaré dentro de un año, porque esas decisiones hoy lastrarán a mi yo del futuro. Y mi yo del futuro, cuando llegue el momento, no perdonará a mi yo presente.
Solo me hicieron una recomendación, solo una: «No fuerces una vuelta. Escucha tu cuerpo. Llega un momento que tu cuerpo te pide volver. Hazle caso en ese momento. Ni antes, ni después«.
¿Hicimos caso? En absoluto.
Subestimamos desde el principio el poder de estar a gusto en un lugar y que ese lugar te guste.
Cometimos algún otro error, pero este es el que nos ancló a la vuelta. Fueron sangrantes y también ayudaron e hicieron más difícil el no volver, pero este fue el principal y más grande. El pecado original. La fecha de expiración que dejamos en Barcelona antes de salir.
Nuestro futuro estaba escrito desde el momento que decidimos dejar el ancla puesta en Barcelona. En Febrero de 2012, de Haarlem nos fuimos a Londres en una mezcla de intentar remediar la situación y vivir otra experiencia en la capital inglesa. Pero demasiado bien nos tenían que ir las cosas para que el amarre que teníamos no siguiese tirando. Así que en Julio de 2012 estábamos de vuelta en Barcelona.
Haarlem 2020
Cuando partíamos de Barcelona camino de Berlín, ya nos preocupamos de no cometer los mismos errores. Ya nos marchamos teniendo en mente que no sabíamos cuándo volveríamos y que, esta vez sí, no forzaríamos al cuerpo. Así que levantamos anclas en Barcelona y no dejamos atrás nada que nos obligase un retorno no deseado.
A Berlín llegamos a principios del 2017 con un trabajo bajo el brazo (iba a trabajar en la oficina de Berlín de la empresa para la que ya trabajaba en Barcelona) y un piso alquilado en Barcelona. Éramos libres.
Esta vez sí, los días iban pasando y no teníamos la necesidad ni las ganas de volver. Casi tres años después nos planteábamos otra mudanza. A finales del 2019 dejábamos Berlín para marchar a Haarlem, de nuevo.
Aunque ya sabía que no iba a ser lo mismo, íbamos con otros planes que en aquel 2011. No teníamos nada que nos tirase de allí. Íbamos con fecha de llegada, pero no se salida… ¿O sí?
Que ingénuo… ¿Qué falló ahora?
Nuestro gran error, esta vez, fue subestimar los casi tres años viviendo en Berlín y los ocho que habían pasado desde que nos marchamos de Haarlem a principios de 2012. Esperaba que todo sería más fácil. ¿Por qué no lo iba a ser si ya habíamos vivido allí?
Pero no, veníamos de vivir en Berlín y nos habíamos adaptado al estilo de vida de la capital alemana. Nos costó mucho adaptarnos de nuevo al estilo de vida de una ciudad pequeña como es Haarlem.
Tengo que sumar que tampoco me adapté al trabajo. Iban pasando las semanas y meses y había algo que no funcionaba. Aún estando contento con la gente, no me acababa de encajar algo. Así que esto tampoco ayudó mucho en nuestro proceso de adaptación.
Tampoco nunca sabré qué hubiese pasado si no hubiese habido pandemia. La pandemia llegó 3 meses después de que llegásemos a Haarlem. Solo tres meses de normalidad. ¿Nos hubiésemos adaptado mejor sin pandemia? Quien lo sabe.
Lo que está claro es que volvimos a subestimar algo. En este caso, el pensar que nos sería fácil acostumbrarnos. El pensar que como ya habíamos vivido allí, volveríamos y nos adaptaríamos fácilmente.
Sin pandemia todo podría haber sido diferente. Si yo hubiese estado contento en el trabajo, todo hubiese cambiado. Pero lo cierto es que me puse a buscar trabajo nuevo que lo encontré de vuelta en Berlín. Pero eso, ya es otra historia.
Bonus cheesecake
Para finalizar, aquí llega el café.
Si como yo, te vuelven locos los kannelbullar suecos, esos bollitos (rollitos en otros lugares) rellenos de canela, la cafetería – restaurante 4850 de Amsterdam es tu lugar. Ubicada en la zona de Amsterdam Oost, en la calle Camperstraat, muy cerca del centro de la ciudad. Son de esos sitios que no son especialmente baratos pero que merece la pena por su buen café y sus deliciosos bollos de canela.
Muy cerca de allí se encuentra el restaurante de tapas españolas Rascasse que, aunque no puedo recomendar porque no he ido a comer, si que puedo decir que tenía buena pinta. Si vas o ya has ido ya me contarás si merece la pena probarlo.
Un saludo y ¡persigue tu cheesecake!